El próximo mes de octubre se cumplirán 40 años de uno de los pasajes más difíciles de la historia reciente de Cartagena: el incendio de la Refinería de Escombreras. Junto a la trágica pérdida de vidas humanas, la catástrofe sirvió para poner a prueba el valor de muchos de los lucharon codo a codo contra el fuego.
La noche del miércoles 1 de octubre de 1969 el cielo de Cartagena se tiñó de rojo, literalmente de color rojo. Era miércoles, sobre las once y media, y los que no estaban viendo en su televisor la serie Ironside, estaban ya acostados. De repente una tremenda explosión, seguida de otras, sacudieron la ciudad, iluminándose a continuación el cielo nocturno en una enorme extensión. Muy cerca de la ciudad y su puerto, la Refinería de Escombreras estaba ardiendo.
La Refinería, en llamas
Muchos cartageneros no notaron las explosiones, incluso algunos trabajadores de Refinería no se enteraron de la catástrofe hasta que les llamaron por teléfono para acudir a sus puestos.
Pero los que sí sintieron muy pronto el peligro fueron los 2.500 habitantes del Poblado de Escombreras, situado junto a las instalaciones incendiadas.
En primer término, la Iglesia y el Poblado; detrás, el tremedo incendio [Foto: diario La Verdad]
Las explosiones, llamas y densas columnas de humo los alarmaron, y con rapidez, aunque sin aglomeraciones, casi todos escaparon en dirección a Alumbres y Cartagena en coche, a pie o en autobuses que al poco fueron dispuestos por la empresa.
José Sánchez Velasco, trabajador de Refinería, cuenta que marchó a Cartagena en su Seiscientos con su esposa, sus dos hijos y su vecina, Paquita, con los tres hijos de ésta. Es decir, ¡tres adultos y cinco niños en el pequeño Seiscientos!... Al poco de partir, sobre las doce de la noche, miraron atrás y vieron caer la chimenea de la antorcha. La caída de la enorme mole, de 105 metros de altura, hizo presagiar lo peor.
Muchos habitantes del Poblado fueron a casas de familiares y amigos de Cartagena; aunque unos 25 se quedaron en la Hospitalidad de Santa Teresa y otros fueron acogidos por ciudadanos, como el dueño de un bar que alojó a cinco personas en su casa.
La descripción que hizo la prensa local de esta improvisada evacuación es espeluznante. Así, uno de los primeros habitantes del Poblado que llegó a Cartagena dijo que “La carretera era un desfile de coches” y que iba “mucha gente a pie”. Según el diario El Noticiero aquella noche “Las calles de Cartagena eran un hervidero. Y la Plaza del Caudillo [hoy Plaza del Ayuntamiento] llena de gente que viene a ofrecerse [...] para todo; para combatir el incendio, para alojar evacuados. [...] Los bares de las proximidades están abiertos y en ellos se agolpa el público pendiente de noticias”.
En efecto, la Plaza del Ayuntamiento y el Muelle recibían a los evacuados, y allí había “Inquietud, lágrimas, algún niño extraviado y mucha gente”, en palabras del periodista de La Verdad Pepe Monerri.
Poco después de comenzar el incendio fuerzas de la Guardia Civil, Policía Armada y Policía Municipal, así como funcionarios del Cuerpo General de Policía, se presentaron en el Valle de Escombreras. Además fueron movilizados con urgencia efectivos de la Guardia Civil de Tráfico, que se encargaron de controlar las vías de acceso y salida; así como un batallón de Infantería de Marina de este Departamento, que montó un cordón de seguridad de cinco kilómetros en torno a Refinería. De este modo se consiguió facilitar la evacuación, que también contó con autobuses y camiones dispuestos por las autoridades.
Diversas imágenes de las labores de extinción del incendio [Fotos: diario La Verdad]
¿Cómo se produjo el incendio?
El incendio había comenzado en la Unidad de Furfural número 1, en el sector sureste. Se estaba enviando gas propano a dos unidades de desparafinado y desasfaltado, rutinariamente y del modo acostumbrado. Cerca de las bombas se produjo una fuga en una tubería que conducía propano y el gas liberado encontró en su camino, impulsado por el viento, el horno de la Unidad de Furfural número 1. En ese momento se produjo la primera explosión, que generó un efecto en cadena. Además, muchos tanques fueron alcanzados por las piezas metálicas que salieron despedidas como metralla, prendiendo entonces los productos almacenados.
En aquellos primeros instantes resultaron heridos de gravedad los trabajadores Juan García Lucas, Feliciano Hernández Vicente, Antonio Sánchez García, José Juan Eulogio Ros y José Hernández Lozano; junto a ellos, también resultaron heridos, aunque "fuera de peligro", según dijo la prensa del día siguiente, Antonio Armario Romera, Salvador Angosto Hernández y Jose García Carrillo.
De los seis heridos graves sólo sobrevivió uno, José Hernández; mientras que de los tres declarados “fuera de peligro”, finalmente falleció Antonio Armario. Fueron pues cinco las víctimas mortales del siniestro; todos ellos trabajadores de Refinería; todos padres de familia con hijos.
El día 2 fallecieron:
· A las 9 de la mañana, el segundo fogonero Juan García Lucas, de la barriada José Mª. Lapuerta, casado y con un hijo.
· A las 2 y cuarto de la tarde, el vigilante jurado Feliciano Hernández Vicente, de la barriada Cuatro Santos, de 54 años, casado y con un hijo.
Y el día 3 murieron:
· A la una menos diez de la madrugada, el operador de unidad Antonio Armario Romera, de 39 años, casado y con una hija.
· Poco más de dos horas después fallecía el maquinista de unidad José Juan Eulogio Ros, de 33 años, casado, con tres hijos y esperando el cuarto.
· Y finalmente, a la una menos cuarto de la tarde Antonio Sánchez García, de 38 años, casado y con tres hijos, fue trasladado en helicóptero a Madrid, falleciendo horas después de ingresar en el Hospital de La Paz.
Bomberos, militares, marinos y trabajadores de Refinería durante las peligrosas tareas de extinción [Fotos: diario La Verdad]
¿Cómo reaccionaron los servicios de emergencias de la época?
Enseguida se intentó organizar un operativo y cada trabajador se incorporó a su puesto, de acuerdo con los ejercicios contra-incendios y alarmas que realizaban periódicamente.
Se puede afirmar que, a pesar de la incertidumbre generada por el volumen del incendio, en los primeros instantes la incipiente organización de los equipos humanos funcionó bien.
Se establecieron tres turnos, correspondiendo el primero a los trabajadores que se encontraban en el lugar. Los Servicios de Seguridad comenzaron así a trabajar con el personal de turno y los primeros operarios que llegaban desde sus domicilios.
En cuanto a los mandos y directivos, estuvieron allí enseguida, constituyendo un gabinete de emergencia en las Oficinas Generales, completándose en las horas siguientes con directivos de Madrid y, más tarde, con los jefes de los servicios de seguridad del resto de refinerías españolas. El mismo presidente del Consejo de Administración, Luis Valero Bermejo, viajó inmediatamente con su equipo directivo desde Madrid.
Incluso el personal de administración en un primer momento también colaboró en la extinción, pasando luego a realizar las más variadas tareas: desde el trabajo puramente administrativo generado por el gabinete de emergencia, hasta control de tráfico, hacer bocadillos o repartir vitamina C. Y lo mismo puede hacerse extensiva esta disposición a la mayor parte de empleados de Refinería.
Operarios de Refinería durante un descanso [Foto: diario La Verdad]
Impresionantes imágenes de los depósitos incendiados [Fotos: Juan García González]
Precisamente un trabajador de Administración cuenta que un infante de Marina que se alejaba a la carrera de una zona amenazada por el incendio, arrolló a una secretaria de administración que pasaba por allí con sus carpetas bajo el brazo, propinándole un tremendo pisotón. La chica fue atendida en la clínica e incluida en la lista de heridos del siguiente modo: "Señorita tal.... Atropellada por un soldado". Afortunadamente para el soldado (y para el "honor" de la chica) el personal de administración lo cambió por una expresión menos llamativa.
¿Cómo acabar con este tremendo incendio?
Lo único que se podía hacer para controlar el fuego era refrigerar las paredes de los depósitos con agua a presión, esperando a que se consumiese el producto almacenado. Una tarea complicada y llena de peligros: nuevas explosiones, desmoronamiento de los tanques, derrames de líquido hirviente... Además los depósitos eran de una capacidad enorme y casi todos estaban llenos, y llegar al contorno de algunos tanques era verdaderamente difícil.
Desde el principio hubo un enorme problema: faltaba agua, ya que estaban inutilizados en parte los circuitos correspondientes desde los primeros momentos del incendio. Para solucionarlo comenzaron a llegar camiones cisterna y aguadas que, desde le Muelle de Escombreras, trasegaban el agua por medio de buques cisterna.
Por su parte el Bilbao, buque tanque de la Naviera Vizcaína que estaba descargando crudo al comenzar el incendio, bombeó 78.000 metros cúbicos de agua a las instalaciones de Refinería.
Para atajar el siniestro también se emplearon toneladas de tierra traída en volquetes de pequeño y gran tonelaje de la empresa Zapata Portmán desde la Cantera Emilia.
Sin duda también contribuyeron las lluvias caídas en los días posteriores al incendio.
Arriba, depósito en llamas [Foto: Juan García González]; debajo, camiones transportando tierra [Foto: diario La Verdad]
Un enorme despliegue de medios
En este punto es obligado mencionar el papel de bomberos, Cruz Roja y Fuerzas Armadas durante el incendio.
En el Parque de Bomberos de Cartagena, en la calle Real, la primera explosión puso en alerta al retén nocturno, ante la certeza de que pronto tendrían que actuar. La segunda explosión y el resplandor que asomaba detrás del monte de San Julián localizaron definitivamente el siniestro, partiendo sin esperar a más avisos el coche Thames, con tanque y bomba, con todo el retén al mando de un cabo. Alrededor de la media noche salió otro vehículo con el personal libre de servicio que se presentó en el Parque y después partió un tercer equipo con más bomberos y un coche-escala, al mando del Jefe Técnico de Servicio.
Nada más llegar a Refinería, diez bomberos se encargaron de extinguir una nave de refrigeración en llamas, para evitar la propagación a unos cercanos tanques, lo que consiguieron en cinco horas. Mientras, otro equipo se dedicó a refrescar planchas de tanques para evitar su desmoronamiento.
Fueron los primeros en organizar el ataque al fuego, disponiendo con material recién llegado de Murcia el suministro de agua a los vehículos de extinción desde la piscina de Refinería. Luego atacarían los tanques en llamas, gracias sobre todo a los coches Magirus y escala.
Los bomberos actuaron hasta el tercer día sin descanso, ordenándose servicio de doce horas a partir del cuarto día.
En total actuaron 40 bomberos del Parque de Cartagena, la práctica totalidad de sus efectivos, perdiendo parte de su material durante esta actuación. Además de los bomberos murcianos contaron con el auxilio de servicios contraincendios de Alicante, Alcoy, Albacete, Almería, Barcelona, Guipúzcua, Lorca, Madrid, Navarra y Valencia.
En cuanto a los equipos sanitarios y médicos, los diversos centros de la provincia se pusieron en alerta desde el primer momento, en previsión de una llegada masiva de heridos que no se produjo. Además hubo ofrecimientos de particulares y colectivos para ayudar en estas tareas, junto a la colaboración de autoridades y organismos oficiales de Barcelona, Valencia, Alicante, Almería y Castellón.
Pero fue Cruz Roja la que llevó el peso de la ayuda médica con un centro de asistencia urgente, 3 puestos de socorro y un quirófano ambulante.
El Ejército de Tierra participó sobre todo en labores de contención de recintos en tanques que estaban ardiendo o muy próximos al fuego. Para ello desplegaron un operativo con un grupo de iluminación, otro de comunicaciones y un equipo sanitario con tres ambulancias.
El Ejército del Aire colaboró con 5 vehículos contra-incendios; 3 ambulancias con sus dotaciones; un avión para trasladar de Madrid a Cartagena 51 litros de plasma sanguíneo facilitado por el Centro de Donación de Sangre de la Cruz Roja en la mañana del día 2; un helicóptero para trasladar a Madrid en la mañana del día 3 a Antonio Sánchez García al Centro de Quemaduras de la Residencia Sanitaria de 'La Paz', donde finalmente falleció. Además participaron en el suministro de agua con bombas y en tareas sanitarias fuerzas de San Javier, Alcantarilla y Los Llanos, Torrejón, Talavera, Morón y Getafe.
En cuanto a la Armada su intervención fue decisiva, ya que al estar fuera de servicio el sistema contra-incendios de la Refinería, instalaron un operativo con todas las bombas contra-incendios portátiles que había en los distintos buques y dependencias, y las correspondientes mangueras (16 bombas portátiles y 2.100 metros de maguera). Además fue de gran ayuda el alto grado de formación de las dotaciones en materia contra-incendios.
Además, el personal de Infantería de Marina estuvo ejecutando, entre otras tareas, el arriesgado trabajo de trasladar gran cantidad de recipientes de gases a presión altamente explosivos.
Finalmente, el incendio quedó oficialmente extinguido a las siete y media de la tarde del día 8, casi 190 horas después de haberse iniciado. El paisaje resultante era dantesco: las retorcidas y arrugadas chapas de los tanques componían siniestras formas; incluso la tierra de la zona afectaba presentaba un aspecto extraño, negro y esponjoso. Y lo peor: las víctimas, cinco trabajadores que fallecieron con las primeras explosiones. Además se registraron 155 heridos leves: 134 civiles, 18 de la Armada, 2 del Ejército de Tierra y uno del Ejército del Aire.
En cifras se podía resumir el incendio en los siguientes datos:
· El día 1 de octubre las existencias de crudo y productos refinados era de más de un millón de metros cúbicos, de los que se perdieron unos 96.500.
· Se emplearon 34 vehículos contra-incendios, 12 bombas de agua, más de 6.400 metros de manguera, 308 unidades de extintores en polvo y 43 camiones cuba.
En cuanto a los medios mecánicos de extinción, se usaron:
· Más de 100.000 litros de espumógenos,
· unos 136.000 kilos de carbónicos,
· 6.000 kilos de polvos extintores,
· 10 botellas de nitrógeno,
· 183.000 metros cúbicos de agua dulce,
· 78.000 metros cúbicos de agua de mar;
· además se emplearon 5.000 metros cúbicos de tierra.
En cuanto a los vehículos, se pudo contar con 34 camiones, 9 palas cargadoras, 3 bulldozers, 37 autobuses, 33 ambulancias, 14 furgonetas, 28 turismos y un tren de RENFE estacionado con 12 vagones para alojamiento de bomberos.
Imágenes del estado en que quedaron las instalaciones incendiadas [Fotos: Juan García González]
¿Cuáles fueron las consecuencias del incendio?
La principal consecuencia de este siniestro fue que a partir de ese momento se tendió a no construir viviendas en las inmediaciones de zonas industriales, especialmente de las petroquímicas. Aunque los habitantes del Poblado volvieron pronto a sus casas, el incendio fue un punto de inflexión a partir del cual comenzó la decadencia este núcleo cartagenero cuyo final, después de 40 años, ha sido su desaparición física.
Todo el Valle de Escombreras ha cambiado mucho. Por dar una sola imagen, la isla... ya no es una isla. No es un caso excepcional en Cartagena. Las actividades industriales, sobre todo la minería, han dado lugar a numerosos núcleos de población. Unos perduraron y otros desaparecieron.
Los que vivieron en aquel paisaje de altas chimeneas y enormes tanques se sentían tan cartageneros como los sanantoneros —muchos cabezas de familia habían nacido en la calle San Diego, en la del Alto, en la de las Beatas... —. La urbanización era modélica, con un estupendo cine, iglesia coqueta, economato, un moderno colegio, etc. Allí muchas personas trabajaron, vivieron, tuvieron hijos, los bautizaron en la iglesia. Son cartageneros, de Escombreras, una diputación con tanta historia como Santa Lucía.
Imágenes para el recuerdo
En 1969 había más de 3.000 habitantes en la diputación de Escombreras; en 1999 sólo 221; y en 2007 únicamente 25 habitantes. ¿Qué queda ahora del Poblado de Escombreras? Sólo la memoria de sus habitantes, con las fotografías aun pegadas en los álbumes familiares y un fresco recuerdo de lo vivido allí.
Escombreras ha muerto. ¡Viva Escombreras!
Foto de familia con la Iglesia del Poblado como fondo [Foto: Juan García González]
El cartagenero José Sánchez Velasco, uno de los pioneros en la instalación de la Refinería, con su familia frente a su vivienda del Poblado. [Foto: José Sánchez Velasco]
Vista general de la Refinería y la Central Térmica
Vista general del Poblado de Refinería
Para muchos el coqueto Poblado fue el principal escenario de gran parte de sus vidas: desde el mismo momento del bautizo en la Iglesia del Poblado, hasta la educación en su Colegio y en su Instituto, pasando por los típicos momentos de los baños veraniegos en las cercanas calitas. [Fotos: José Sánchez Velasco y Juan García González]
Fuentes: diarios La Verdad y El Noticiero de Cartagena; La Gaceta de Cartagena.
NOTA: Los datos y fotografías que ilustran este relato se deben a la inestimable y desinteresada ayuda de dos habitantes del Poblado de Refinería: José Sánchez Velasco y Juan García González. Ambos, nacidos en Cartagena, viajaron posteriormente hasta Tarragona para la puesta en marcha de aquella refinería. Así, continuaron sus vidas en tierras catalanas, conformando un colectivo "tarracartagenero" que lucha activamente por no olvidar sus raíces.